lunes, 27 de mayo de 2013

El carlismo en los artículos de Larra: Síntesis del XIX español



Mariano José de Larra (1809-1837)
El siglo XIX es una etapa de importancia capital en el devenir de la Historia reciente, puesto que  en este período se sientan las bases del nuevo paradigma económico politico e ideológico que se desarrollará con matices hasta nuestros días en el llamado mundo occidental. La ruptura definitiva con el Antiguo Régimen, la Revolución francesa de 1789 (política) y la Revolución Industrial Inglesa  se sitúan como punto de partida de un siglo al que el historiador Eric Hobsbawn denominó  "La era de la revolución" en su obra homónima. El propio historiador austriaco determina en esta obra  que "La gran revolución de 1789-1848 fue el triunfo no de la industria como tal, sino de la industria capitalista, no de la libertad y la igualdan en general si no de la clase media o la sociedad burguesa..."   

Intrínsecamente unido a los fenómenos a estos dos fenómenos, en el siglo XIX se acelera la creación de los Estados liberales o Estados nación, en reacción a los grandes imperios supranacionales (Independencia de las colonias americanas, fin del Imperio Austro- Húngaro) o como federaciones económicas y políticas adscritas a un territorio (Unificación de alemania e Italia) . Por otro lado, la reacción a la nueva realidad burguesa, que se había convertido en la clase dominante tras la adquisición de poder polítio una vez terminado con el Antiguo Régimen, se da en las ideas socialistas y comunistas, el obrerismo, parejos al proceso de proletarización que en Europa se dio durante el siglo XIX.

En su obra "La era de la revolución,  Hobsbawn hace un exhaustivo análisis de los cambios que se dieron en el XIX europeo.


 Estos cambios, que se dieron  principalmente en el resto de Europa y  también en la América post colonial, tuvieron en España su reflejo. Pero inevitablemente condicionado por las circunstancias  (mentalidad, mala administración, guerras carlistas...) es reflejo no fue si no el producido por un espejo deformante. . Aunque esta interpretación está siendo sometida a revisión (B. de Riquer)  en los últimos tiempos, está extendida y aceptada la teoría que habla de un fracaso del Estado Burgués  en España, debido a la debilidad de la penetración estatl en las diversas esferas sociales del país, una administración arruinada y mal gestionada  y  a una industrialización excesivamente regionalizada que daría lugar a los potentes nacionalismos catalán y vasco En favor de la interpretación del fracaso del Estado- nación burgués  en  el territorio español no podemos obviar el hecho de que Carlismo a la derecha y federalismo a la izquierda se oponene a este modelo de nuevo Estado. (Pierre Vilar- "Historia de España")

Algunos puntos clave del XIX español, aparecen expuestos y analizados,  en  los escritos políticos del periodista y escritor de Mariano José de Larra (1809-1837).  Larra, considerado uno de los máximos representantes del romanticismo español, retrata y desmenuza con aguda pluma y sátira mordaz los usos y costumbres del pueblo español así como los sucesos políticos que le son contemporáneos.

En los años 30 del XIX, un Larra radicalmente liberal y antiabsolutista, utiliza como tema recurrente para varios de sus artículos la caricaturización de el Carlismo y los carlistas. El Carlismo, una corriente política que en principio surge como reclamación dinástica del hermano de Fernando VII Carlos María Isidro frente a la hija del monarca Isabel II, se arroga desde su inicio de una serie de características que chocan frontalmente contra las aspiraciones liberales y por tanto, contra los cambios que como hemos visto en el resto de Europa se dan: tradicionalismo frente a nuevas ideas políticas, defensa del absolutismo contra constitucionalismo y del catolicismo contra ciencia reacción antiliberal y defensa de los fueros frente al centralismo de Madrid.  (Dios, Patria, Ley y fueros). 

Esta situación hizo que la tanto la regente María Cristina (tutora de la reina Isable II hasta su mayoría de edad), y después la reina utilizaran el apoyo de los liberales para defender sus derechos dinásticos, y lejos de simpatizar con las ideas de estos, intentaron  boicotear y evitar las reformas aperturistas que estos defendían y mantener el poder real en el máximo punto posible. Para esto, la regente utilizó liberales moderados, que realizaron reformas muy tímidas y una apertura política realmente insuficiente para los que pedían un cambio real, como demostró el Estatuto de 1834, que no fue una Constitución si no una carta otorgada por la Regente.

El bando carlista  por su partese nutría de religiosos, legitimistas y campesinos, y tuvo el apoyo de la cúadriple alianza europea, las potencias absolutistas. Con estos mimbres en España estalló una guerra civil (Primera Guerra Carlista- 1833-1840), que duró nueve años y acabó con la vida de 200 000 personas, de una población aproximada de 12. 000. 000.

"Los Txapelgorris"
Autor:Major C. V. Z. AGrabador: Giles, J. W.
Los "txapelgorris" eran voluntarios del ejército isabelino en el País V asco  y desertores de la facción carlista.. Llamados peseteros por los los partidarios de Don Carlos por el sueldo de una peseta al día que recibían del gobierno liberal.                                                                                            




 Los artículos que Larra dedica al carlismo o mejor dicho a los carlistas, coinciden con la etapa final de su corta vida y con el principio de la guerra carlista, y evoluciona desde una visión elitista y de confrontación hacia un análisis  más incisivo sobre las causas del apoyo de la masa popular al Carlismo en provincias.  Bien es cierto que la evolución se debe a la llegada de los liberales al poder y el consiguiente desencanto del escritor al comprobar que tampoco realizaban el cambio que él añoraba. 

"Nadie pase sin hablar con el portero", "El hombre menguado o el Carlista en la proclamación", "La planta nueva o el faccioso" son artículos que hablan directamente del tema. "Carta de un liberal de acá a un liberal de allá",  o"Buenas noches"  son escritos políticos en los que muestra su desencanto con los liberales gobernantes, sin dejar de hacer mención a la guerra carlista.

En los primeros se puede ver más claramente la visión elitista de hombre instruido, madrileño y patriota que tiene sobre los carlistas. "Nadie pase sin hablar con el portero" cuenta las andanzas de un francés que intenta penetrar en España y se encuentra en Álava una frontera inpesperada, una partida de facciosos que hacen de aduana y se cobran su tributo. En este artículo los carlistas son dibujados como ladrones ignorantes y codiciosos salteadores de caminos. Sirva como ejemplo esta situación:

"¿Qué trae usted en la maleta? Libros... pues Recherses sur, al sur eh? Este Recherches será algún autor de máximas, algún herejote. Vayan los libros a la lumbre. ¿Qué más? Ah, una partida de relojes: a ver, London... este será el nombre del autor, ¿Qué es eso?

Y también como curas trabucaires, fanáticos y glotones: "Apareció un corpulento religioso..", "Varios padres" "Figúrese el lector una sala llena de cofres y maletas, provisiones de comer, barriles de escabeche y botellas repartidas aquí y allá" (Sobre el cuartel general de los carlistas con todos los bienes requisados. 

Para hablar de fanatismo, y cerrazón mental, Larra caricaturiza al carlista como un negador de la evidencia que tiene delante o de la realidad más terca:

-"Para servir a Dios- Dijo el padre
-Y a su Majestad Nuestra señora- añadió muy complacido el español
- ¿No sabes usted, señor revolucionario, que aquí no hay más reina que el señor rey don Carlos V, que felizmente gobierna la monarquía sin oposición ninguna"

Nótese la ironía con la que Larra caracteriza al carlista, que no duda en cambiar de sexo al aspirante al trono para que la realidad coincida con su deseo. En el mismo sentido, cuando el jefe de la facción pide pasaporte al viajero, y ve que es del año 1831, exclama:

"En Vitoria- exclama enfadado el padre, dando un porrazo en la mesa- estamos en el año 1º de la cristiandad, y cuidado con pasarse de aquí"

También en "El hombre menguado" donde narra la conversación con un carlista de Madrid que asiste a la proclamación de la reina Isabel II, continúa con la caricatura del ser irracional y cuadriculado. Aquí introduce quizá un nuevo elemento más de diferenciación entre el elegante liberal y el desastrado faccioso, notoria cómo no, en la forma de vestir:


"... gran patilla, entre portugués y guerrillero; los pies como de persona que no anda muy derecha, capa no de estas que se roban, si no con las que se roba; y el traje todo de moda atrasada, porque las gentes de este partido nunca están muy al corriente"

Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, considerado legítimo sucesor del trono por los carlistas.      


En esta descripción vemos pues, que Larra, ya sea como metáfora de las aspiraciones retrógadas del carlista medio, o como ejemplificación de la extracción social del mismo, lo caracteriza como un provinciano que no va a la moda, diciendo más de lo que quiere decir sobre sus ideas políticas.

Esta idea del integrante de la facción como provinciano anti patriota se mantiene en el divertido artículo  "La planta nueva o el faccioso"donde realiza un extenso símil botánico:

"Cada país tiene sus producciones particulares: he aquí por qué son famosos los melocotones de Aragón, la fresa de Aranjuez, los pimientos de Valencia y los facciosos de Roa y Vizcaya" aunque prosigue "Verdad que hay en España muchos terrenos que producen ricos facciosos con maravillosa fecundidad" Pero hace hincapié en su carácter rural: "es tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de población" , "suele criarse en la tierra como la patata"y también religioso: "gustánle las tapias de los conventos y se mantiene, como estos de lo que coge a los demás"

En estos artículos se desarrolla  lo que José V. Saval interpreta como el rechazo del escritor a las clases populares campesinas ("Larra y el Carlismo: Rechazo de un liberal a las clases pupulares campesinas- Neophilologus, 2008). Por su parte, Paloma Fanconi ("La visión del Carlismo en Larra y Galdós"  IX Congreso Internacional Galdosiano) abona esta teoría. En mencionado artículo señala: "Ya hemos visto la crítica irónica que hace Larra al carácter rural de la sublevación carlista así como el desprecio a las clases populares, rasgo también característico de este movimiento que es, para Fígaro, 
insufrible. Se ha señalado repetidas veces el antipopulismo del gran periodista, su desprecio al vulgo, a la plebe, al pueblo. Lo muestra en ―¿Quién es el público y dónde se encuentra?‖, por  ejemplo"  En el mismo artículo, la autora hace referencia al diccionario de sinónimos que realiza Larra para reforzar la visión anti- popular del escritor romántico:

"Pueblo: del pueblo se habla con miedo; del Público con respeto; del Vulgo con 
desprecio. El pueblo es temible, el público es respetable porque representa la reunión 
de lo escogido de las gentes sensatas al paso que aquél [el pueblo] representa la 
fuerza de una nación entera. El vulgo es la hez de la sociedad. Al pueblo es preciso 
engañarle con maña, sujetarle con fuerza o sucumbir. Al público basta con 
deslumbrarle. El vulgo tiene todas las ideas equivocadas; se le dirige con milagros, 
con las más groseras patrañas por poca apariencia que tenga de verdad; es la masa 
común de las gentes que no se distinguen ni se hacen en nada visibles."




Retrato de Juan Álvarez Mendizábal
Punto clave en la falta de entendimiento entre elites dominantes y  la matoría agraria español el asunto de las Desamortizaciones, consideradas piedra angular del devinir histórico, político y social en la segunda parte del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Juan Álvarez Mendizábal (1836) y la de Pascual Madoz (1855) realizaron las más conocidas. En un principio parecería que la confiscación de bienes eclesiásticos y de señoríos e incluso de órdenes militares, de tierras no productivas y  su posterior venta podría haber ayudado a acabar con la estructura agraria latifundista que anclaba a España en le Edad Media.  Jordi Nadal ("El fracaso de la revolución Industrial en España") lo explica del siguiente modo: El Estado necesita dinero para llenar sus maltrechas arcas y para financiar la guerra contra los carlistas. Para ello incauta los bienes de la Iglesia, que en su gran mayoría había apoyado al candidato carlista y los vende al mejor postor. Los compradores suelen ser antiguos aristócratas o burgueses no emprendedores, por lo que se pasa de una aristocracia terrateniente a una burguesía terrateniente, puesto que las tierras se subastaban en grandes lotes que los pequeños propietarios no podían pagar.
De esta forma, el régimen liberal consiguió un grupo social que le debía sus nuevas posesiones, pero se perdió la oportunidad de crear una serie de propietarios medianos y pequeños que supusiesen un mercado para la incipiente industria algodonera catalana. (ya que los nuevos propietarios no pusieron en producción las tierras) En España se  dio entoces la paradoja aceptada casi como dogma dentro de la historiografía que la burguesía y aristocracia se pusieron del lado de los terratenientes y el pueblo, despojado de los bienes comunales y depauperados engrosaron las filas del absolutismo.

Esta interpretación no parece muy desencaminada, puesto que los propios coetáneos como Larra o Espronceda, liberales convencidos primero y desencantados cuando estos llegan al poder, hacen este análisis en sus escritos. En el artículo "El ministerio de Mendizábal, Folleto por Don José de Espronceda" Larra hace suyas las palabras del poeta : "


"El escritor, por último, se esfuerza en hacer comprender que la guerra misma de Navarra es, más que hija del fanatismo, un efecto de lo poco o nada que se ha tratado de interesar al pueblo en la causa de la libertad: hágansele palpar las mejoras del sistema de que somos partidarios, vea él su bienestar en la causa que defendemos, y el pueblo será nuestro en todas partes.

Pero ¿cómo se quiere lograr este fin no viendo más termómetro del público bienestar que el alza o baja de los fondos en la Bolsa, en cuyo movimiento sólo se interesan veinte jugadores, y que el labrador no entiende, ni plegue al cielo que lo entienda nunca? ¿Cómo se le quiere interesar trasladando los bienes nacionales, inmenso recurso para el Estado, de las manos muertas que les poseían, a manos de unos cuantos comerciantes, resultado inevitable de la manera de venderlos adoptada por el Ministerio?"

Podemos observar, por una parte que el anti populismo de Larra o no es tal, o ha evolucionado desencantando por la tibieza con la que los liberales en el poder y la regente han acometido las reformas que de ellos se esperaban. Por otra parte, existe una lucidez extraordinaria a la hora de analizar y criticar la desamortización de Juan Álvarez Mendizábal, aunque sea haciéndose eco del folleto de Espronceda:

"Y aun estos decretos se han expedido a la casualidad; y con tal desatino, que tampoco han surtido el efecto que su compositor esperaba. No hablaremos del de la venta de bienes nacionales, que tan justa y sabia crítica mereció de nuestro excelente economista don Álvaro Flórez Estrada, y que si no lo derogan las Cortes aumentará, sí, el capital de los ricos, pero también el número y mala ventura de los proletarios. El Gobierno, que debería haber mirado por la emancipación de esta clase, tan numerosa por desgracia en España, pensó (si ha pensado alguna vez en su vida) que con dividir las posesiones en pequeñas partes evitaría el monopolio de los ricos proporcionando esta ventaja a los pobres, sin ocurrírsele que los ricos podrían comprar tantas partes que compusiesen una posesión cuantiosa"

Como agudo analista y extraordinario observador tanto de las costumbres como de la política nos ha narrado con precisión el pulso del siglo, el fin del absolutismo, los primeros pasos titubeantes del Estado liberal y quedan apuntados en sus escritos como hemos visto, todas las características específicas del XIX español: El poder efectivo de los monarcas para influir en política (aún con los gobiernos liberales), las guerras civiles, la inexistente reforma agraria y la debilidad del en el intento de construcción nacional, hicieron que no se diera ni una revolución política como la francesa, ni económica e industrial como la inglesa, ni ideológica que superara del todo las estructuras del Antiguo Régimen.